[artículo publicado orginariamente en el número 335 de la revista de la FEMP Carta local en mayo de 2020]
El 12 de marzo de 2020, tras una reunión operativa con mi equipo del Laboratorio de gobierno abierto de Aragón (LAAAB) en la que habíamos comentamos algunas cuestiones de la pandemia, cuando aún no se había decretado el estado de alarma ni el confinamiento general y, sobre todo, todavía no éramos en absoluto conscientes de la dimensión que iba a tener la crisis, tuvimos una intuición que sería clave en la historia que sigue a continuación. Anticipamos que el Covid-19 iba a generar una ola social de grandes dimensiones que se convertiría al mismo tiempo en una oportunidad y en un desafío para los gobiernos.
Aunque había varios frentes medulares en la crisis: sanidad, seguridad o transportes; la participación ciudadana y el voluntariado no figuraban entre ellos. De hecho, nuestro equipo nunca figuró entre los servicios esenciales del Gobierno de Aragón, pero aquello no nos impidió considerar que debíamos jugar un papel clave durante la crisis. ¿Qué gobierno renunciaría al inmenso caudal de ideas, talento y solidaridad ciudadana en el momento más crítico? ¿Acaso canalizar ese ingente excedente de energía humana deseosa de colaborar, mucho de ellos confinados en sus casas con tiempo libre para participar, no era una prioridad de primer orden, tanto para multiplicar el impacto social como para gestionar el estado de ánimo de una sociedad conmocionada? Nosotros pensamos que sí y, visto lo visto, creemos que no nos equivocamos.
En 24 horas levantamos una plataforma online denominada frenalacurva.net que actuaba como guía de innovación ciudadana y resiliencia cívica contra la crisis. De pronto, todas aquellas iniciativas que comenzaban a brotar de forma espontánea tenían un espacio donde quedar recogidas, ordenadas, categorizadas y puestas al servicio del interés común. La web tuvo más de 100.000 visitas en los primeros días y sirvió para que las instituciones, las organizaciones, los vecinos o los activistas pudieran copiar lo que mejor estaba funcionando en otras partes.
Antes de eso, durante las vertiginosas 24 horas en las que creamos algo que no existía antes, un dispositivo llamado Frena la Curva, donde la web era solo la parte visible del iceberg, tomados tres decisiones claves que determinarían el futuro y condicionarían la evolución del proyecto: En primer lugar, decidimos que fuera un espacio abierto a todos: emprendedores, activistas, organizaciones sociales, gobiernos, makers… No queríamos capitalizar o institucionalizar una respuesta, no nos podíamos permitir ser refractarios al talento y las sensibilidades de algunos actores clave. Todos tenían que caber. En segundo lugar, la iniciativa tenía que ser fundamentalmente ágil y digital, porque era la mejor forma de ganar tiempo y de escalar rápidamente el proyecto, además que el confinamiento no nos daba muchas más opciones. Y, finalmente, decidimos que, al igual que el propio virus, no tenía sentido que nuestra plataforma tuviera fronteras. ¿Por qué invertir tanto tiempo en una herramienta cerrada que solo sirviera para Aragón? ¿Por qué no dejar los códigos abiertos para que todo el mundo pudiera aprovechar el trabajo generado? Así nació www.frenalacurva.net, una estructura que definimos como una experiencia de innovación abierta y cooperación anfibia. Era pública, era social, era privada. Era todo al mismo tiempo. Quizá el mejor ejemplo de esas iniciativas del nuevo cuarto sector, que recoge lo mejor de cada uno: el enfoque al interés general y la seguridad jurídica de lo público, la capacidad de empatía de lo social y el enfoque a los objetivos y la productividad de lo privado.
La bola de nieve no dejó de crecer, y todas esas decisiones de las primeras 24 horas fueron clave: la innovación abierta, compartir los logros y los errores, ceder los códigos y las metodologías, no permitió ganar tiempo que es el recurso más valioso en la gestión de crisis. La inteligencia colectiva nos posibilitó, además, agregar sensibilidades y saberes de forma virtuosa, igual que hacen las hormigas cuando descubren un camino más eficaz hasta una fuente de comida, y se lo comunican al resto.
Tras la guía de iniciativas ciudadanas quisimos pasar a la acción directa, combinamos impacto local con pensamiento global. A la vez que lanzábamos una centralita de donaciones ciudadanas desde Zaragoza para que sirviera de modelo a otras ciudades, impulsamos los laboratorios ciudadanos distribuidos, en los que participaron 200 personas en 13 equipos interdisciplinares de todo el mundo.
Paralelamente, nos dimos cuenta de que no sólo era importante categorizar esas iniciativas promovidas por ciudadanos de todo el país, sino que muchas de las propuestas y actividades se ofrecían en lugares específicos. Entonces ¿por qué no hacerlas visibles geolocalizándolas? Ese fue el siguiente gran salto: la creación de un mapa en el que colocar con “chinchetas” ofrecimientos y también necesidades que estaban surgiendo como fruto del confinamiento. Esa herramienta sería el punto de encuentro en el que poner en relación a personas en situación de vulnerabilidad con voluntarias y organizaciones para facilitar su asistencia.
El mapa, diseñado por Kaleidos.net con soporte de Ushahidi y Open Street Map, cuenta con cerca de 10.000 chinchetas de colores: en verde, ofrecimientos, en naranja y rojo, necesidad de ayuda con y sin intermediación, y en azul, información de servicio público. Y ha permitido canalizar la solidaridad entre vecinas y entre organizaciones sociales e instituciones, en un dispositivo accesible e intuitivo. Aparte de lo que se muestra con esas chinchetas, somos conscientes de que el impacto social puede ser mucho mayor, habiendo acumulado medio millón de visitas desde su puesta en marcha el 20 de marzo.
Hay que tener en cuenta que muchas personas en situación de vulnerabilidad pueden entrar al mapa y, sin la necesidad de exponer lo que necesitan, pueden localizar a alguien cerca que ofrece ayuda y contactan directamente sin publicar su petición. Durante esas primeras dos semanas de arranque de Frena la Curva, había ocurrido algo en paralelo que solo puede explicarse en términos de innovación abierta. A través de nuestras redes profesionales y de afectos, especialmente gracias al trabajo previo en torno a los Laboratorios de Innovación Ciudadana de la SEGIB (Secretaría General Iberoamericana) fuimos capaces de articular alianzas que propiciaron varias réplicas de Frena la Curva en otros países, donde empezaron a activarse nodos de trabajo en México, Colombia, Ecuador, Argentina, Brasil o Portugal, entre otros. Al compartir nuestros logros y errores, todos nuestros códigos con documentos accesibles que recogen la propia evolución de nuestros pasos, con aciertos y errores, cada sitio ha podido aprovechar los aprendizajes que les resultaban útiles y adaptar el proyecto a su propia idiosincrasia. Así funciona la inteligencia colectiva, facilitando que cada lugar haga suya la idea y la conduzca por el camino que su comunidad necesita, reduciendo al mínimo el tiempo para ponerlo en marcha. Ahora Frena la Curva, dos meses después, tiene presencia en 22 países. Algunos de los cuales han promovido proyectos propios increíblemente potentes como la convocatoria de proyectos de innovación ciudadana en México, los conversartorios en Costa Rica, las guías de Brasil o el diseño de prototipos de máscaras faciales en Uruguay. Aún hoy estamos empezando a evaluar el impacto de todo Frena la Curva en el mundo.
Una vez superada la primera fase de la pandemia, donde estuvimos centrados en el hacer y a penas tuvimos tiempo para pensar, llegamos a una segunda fase, donde mantuvimos el ritmo de trabajo, pero nos exigimos a nosotros mismos que debíamos dedicar algo de tiempo a la reflexión. El objetivo era ir conectando la energía social generada durante la crisis con el día después, con el proceso de recuperación social y económica. Por un lado, pusimos en marcha una convocatoria de proyectos, para desarrollar de forma colaborativa, con el objetivo de hacer frente a los retos que deberemos afrontar en un futuro inmediato. Estos Desafíos Comunes tuvieron muy buena acogida y se recibieron 140 proyectos de todo el mundo en apenas 48 horas, de las cuales se seleccionaron diez, para su acompañamiento y mentorización, gracias a la implicación de una veintena de laboratorios de innovación social y abierta de todo el mundo, como Medialab Prado, Teamlabs, Las Naves, Citilab, Zapaopan Lab, NQN Lab y muchos otros.
Los proyectos de Desafíos Comunes han movilizado a más 400 personas, con iniciativas tan encomiables como Libros que unen o Somos Memoria. Con Libros que Unen, un grupo de maestros, educadores, ilustradores y diseñadores, junto a varias empresas colaboradoras bajo nuestra mentorización, seleccionaron, adaptaron, diseñaron, ilustraron, editaron y distribuyeron 11.880 libros de dominio público, para chavales sin conectividad digital, a los que se invitaba a sumarse a un programa de acompañamiento lector por teléfono, en el que cientos de voluntarios les ayudaban con tertulias dialógicas, recuperando así el hilo emocional perdido con la escuela. En Somos Memoria, la idea central era salvaguardar el legado simbólico de las personas mayores que se estaban marchando por la pandemia, a modo de repositorio de saberes y conciencia colectiva.
Con Desafíos Comunes, Frena la Curva no solo activaba iniciativas de innovación social y abierta, también generaba una narrativa alternativa basada en la esperanza y en el afecto, que combatía el marco mental preponderante de miedo y desafección. Como colofón a todo este proceso colectivo, en el que no pararon de sumarse activistas, empresas, laboratorios, gobiernos y organizaciones sociales… empezamos a montar el Festival de Frena la Curva para el día 2 de mayo, que serviría para presentar todos esos aprendizajes, las iniciativas exitosas y los proyectos de los desafíos comunes.
El festival se concretó en una emisión online de 12 horas ininterrumpidas, fue concebido como una celebración de la innovación abierta para pensar y seguir actuando colectivamente, mientras la sociedad transita desde la pandemia hacia la recuperación de la normalidad. Contamos con 75 ponentes de 15 países que participaron en 43 actividades, entre conferencias, mesas redondas, talleres rápidos y ráfagas. El éxito fue rotundo, con 14.000 visualizaciones durante toda la emisión en directo, que constataron la necesidad de seguir pensando de forma conjunta los siguientes pasos durante la desescalada.
Desde su nacimiento en marzo de 2020, Frena la Curva ha ido mutando y experimentando con ideas y procesos de forma flexible y dinámica. Hemos construido una red de colaboración entre activistas, voluntarios, organizaciones de diversa índole, empresas de innovación e instituciones públicas, que puede afrontar en cada momento y de forma ágil los retos que surgen como fruto de la emergencia social. No ha sustituido, ni lo ha pretendido, el papel de los organismos públicos o de las ONGs, sino que ha servido como nexo entre las grandes estructuras y las personas o colectivos más pequeños. Más de 1000 personas han colaborado activamente en la plataforma, más de medio millón ha sido usuarios de la misma, y eso solo contando datos de España.
Frena la curva, se convirtió en un nuevo tipo de dispositivo colaborativo, capaz de tejer afectos entre actores diversos, entre territorios distantes, entre diferentes niveles de administración. Ha actuado como un agregador de voluntades, maximizando las posibilidades de la inteligencia colectiva, anteponiendo el impacto social al protagonismo de las instituciones, hackeando las burocracias y los cuellos de botella habituales en los gobiernos, para garantizar la máxima agilidad; promoviendo un mensaje de esperanza y proactividad frente al miedo y el odio.