[artículo publicado orginariamente en La Marea el 10 de abril de 2020]
“Una creciente necesidad de conexión”. Así nos sentimos muchas, y no solo a consecuencia del confinamiento. Claro que se echa de menos besar y abrazar apretado, como hacemos cuando nos vemos en la calle (me niego a escribir en pasado). Incluso los dos besos de rutina, que dábamos sin pensar, cobran ahora todo su valor. Esa conexión tan nuestra, tan mediterránea, que pasa por el contacto físico.
Por eso, porque ahora nos falta ese contacto cotidiano, hemos comenzado a asomarnos a la ventana y a conectarnos como nunca antes con nuestras vecinas, que siempre han estado ahí, pero no las veíamos porque caminábamos con prisa y con la mirada en nuestras pantallas. Hoy levantamos la vista, abrimos la ventana y nos encontramos con unos ojos que nos sonríen de vuelta; y por un instante sentimos que estamos juntas en esto. Conexión.
Estos días también conectamos y entendemos como nunca el valor (valor = importancia y valor = coraje) de quienes hacen trabajos que nos parecían menores. Esas personas que siguen saliendo a trabajar y permiten que nada se desmorone completamente. Las personas que cuidan: a l@s mayores, a nuestr@s peques, nuestra salud. Estos días nos ponemos en su lugar, empatizamos con ellas, les agradecemos, les aplaudimos. Y conectamos.
Poco a poco, de conexión en conexión, nos vamos poniendo azulclaritas. Empezamos a aprender y a crecer.
Y según crecemos, crece la necesidad de conectar. Es una necesidad que surge de la urgencia, así que nos ponemos a hacer cosas. Y es una necesidad que se alimenta de la oportunidad, así que empezamos a pensar cómo las cosas que hacemos hoy dibujan el mundo que queremos para después.
Nos ponemos a hacer cosas y mola mucho. Cuando sales de la zona del miedo, abres la ventana buscando conexión y miras ahí fuera… te llenas de energía, porque hay mucha, mucha gente que rápidamente se ha puesto al servicio de los demás, espontánea, generosa y ágilmente.
Pienso en frenalacurva y el equipazo super híbrido que tiene detrás, generoso con su tiempo y con sus planteamientos, que han dejado de lado egos y logos para HACER. En tiempo récord levantaron una plataforma ciudadana colaborativa que ofrece soluciones concretas y tangibles para las necesidades que surgen del confinamiento.
La primera, un foro colaborativo de ideas bajo el lema de “Cuidarse, aprender, compartir”, para visibilizar y multiplicar el impacto de la avalancha de iniciativas que brotan espontáneamente. Rápidamente se fue llenando de cientos de muestras de resiliencia cívica que sacan nuestra mejor versión como sociedad: grupos informales de autoayuda, vecinas que se ofrecen a hacer la compra a las personas más mayores, jóvenes que quieren ayudar cuidando a peques a quienes tienen que seguir saliendo a trabajar, comunidades de makers intentando apoyar al sistema de salud con sus innovaciones, grupos de teatro y música que hacen espectáculos en las redes sociales…
Después organizaron Laboratorios Ciudadanos Distribuidos, para detectar y apoyar buenas ideas para afrontar la emergencia, usando la experimentación, la colaboración y la innovación ciudadana. En sólo unos días lanzaron una convocatoria de proyectos y formaron equipos multidisciplinares que trabajaron de forma colaborativa para dar forma a los 13 proyectos en marcha.
En frenalacurva hay activistas, voluntarias, makers, empresas, organizaciones sociales y laboratorios de innovación abierta. Y hay miles de gentes azulclaritas total que ya están usando su mapa (un servicio geolocalizado para ayuda mutua entre vecinos) para ponerse a disposición de quien lo necesita, ofreciendo su ayuda a personas que no conocen. Una plataforma que está canalizando la energía social y consiguiendo impacto directo… conectando personas.
Y esta ventana que abrimos estos días es sobre todo una ventana de oportunidad. La oportunidad de decidir cómo queremos redibujar nuestras sociedades de lo más global a lo más local, poniendo la vida en el centro. Las medidas adoptadas ante la COVID-19 están provocando cambios muy rápidos y profundos en la sociedad, en la economía y en el medio ambiente… Si miramos más lejos por esta ventana podemos empezar a vislumbrar un horizonte común.
Como lo están haciendo ya desde El Día Después, otro espacio de activación donde personas y organizaciones de la ciencia, del sector público y privado, de la sociedad civil… se están juntando para analizar estos cambios en marcha, aprender de ellos e imaginar nuestro futuro común después de esta emergencia.
Fruto de las primeras conversaciones (a las que asistieron más de 3000 personas) han montado cuatro comunidades temáticas: Gobernanza global y cooperación, Ciudades, Desigualdad y nuevo modelo económico, Medio ambiente y salud. En ellas están llamadas a colaborar personas y organizaciones de todo tipo, para trabajar de forma colaborativa en propuestas prácticas y concretas que poner en marcha una vez superada esta emergencia.
Pero para este ejercicio de imaginación colectiva necesitamos la mente lúcida. Como propone la Red Levadura, necesitamos contrarrestar el odio, el miedo y las tácticas que intentan dividirnos, inundando las redes con historias reales que están surgiendo: las de apoyo mutuo, cuidados y soluciones colectivas, para salir más fuertes de la crisis.
En mi opinión, en este tema nos lo estamos jugando todo, porque que las crisis son momentos de acelerada transformación y ahora se vislumbran dos caminos antagónicos:
La Red Levadura es un espacio de colaboración estratégica para empoderar a la ciudadanía y actuar para el futuro que queremos. Tenemos en esto la responsabilidad compartida de hacer cada una lo que esté a nuestro alcance para apelar a lo que nos une, la humanidad, la empatía, el cuidado mutuo… que son formas diferentes de decir esa palabra que nos da(ba) vergüenza y que, también, estamos empezando a rescatar: el AMOR, nuestra “arma” más potente.
Justo lo contrario de lo que desde algunos sectores, interesadamente, se está fomentando. Cabría preguntarse por qué, ¿verdad? Probablemente porque nos prefieren en la zona azul oscuro, desmovilizadas y asustadas para que aceptemos lo que nos quieran echar, el futuro que ellos elijan, en nombre de la “seguridad”…
En cambio nos ven cada vez más conectadas con otras personas a lo largo del planeta que están en la misma situación. Les asusta, porque saben que de estas conexiones, híbridas e incipientes, sólo podemos salir más reforzadas, más unidas, con más poder… Poder de seguir abriendo más ventanas y espacios, de empezar mirando a los ojos de la vecina para después mirar con ella al horizonte común. Poder de CONECTARNOS y de HACER.
Cuando todo eso acabe volveremos a besarnos y a abrazarnos, a asomarnos a la ventana por placer y no como única opción. Pero quiero creer que seguiremos mirándonos a los ojos y que estaremos más conectadas que nunca, haciendo entre todas nuestro futuro común.